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-¿Dónde estoy?- Helena se despertó sobresaltada, aún aturdida
tras varios días inconsciente. Se incorporó sobre la dura cama en la que se
encontraba y miro a un lado y a otro buscando una señal que le indicará algo
familiar en aquel lúgubre lugar, sin éxito alguno. Se frotó varias veces los
ojos, como intentado hacer desaparecer una fina tela que le impedía ver
con claridad lo que le rodeaba en aquel extraño lugar, soltó
un perezoso bostezo y se estiró para desentumecer los brazos.
Cuando se disponía a levantarse de la cama, una señora mayor de
una estatura más pequeña de lo habitual, entró por la puerta con algo entre las
manos que Helena no supo identificar. -¿Ya te has levantado, niña?- Preguntó la
mujer con voz ronca.
-¿Dónde estoy?- Preguntó Helena.
-Has dormido mucho, pensé que no despertarías- Siguió hablando
la pequeña mujer sin darle mucha importancia a la pregunta que la joven acababa de hacerle. -Ha sido una dura batalla, me sorprende que ambos
estéis vivos aún.
De repente una sucesión de imágenes surgió delante de Helena,
escenas de sangre, pánico, brutales asesinatos, cadáveres por el suelo,
miembros de alguien que dio la vida por seguir luchando en una batalla sin fin.
Casi sin darse cuenta sus labios exclamaron un nombre: -¡IVÁN!
La anciana se sobresaltó. -¿Iván? ¿De qué estás hablando hija?
-Necesito encontrar a Iván.- Dijo Helena con un nudo en la
garganta.
-Oh, se me olvidaba, trajeron hasta aquí a un chico contigo,
está en la habitación del fondo, quizá es a quien estás buscando.
La anciana condujo a Helena hasta la puerta y le dijo: -Aquí es,
pero te advierto que no te gustará lo que vas a ver ahí dentro.
Helena hizo oídos sordos a lo que aquella mujer acababa de
decirle y abrió la puerta de golpe. A medida que se iba acercando a la cama que
había en el centro de la pequeña habitación, fue descubriendo un cuerpo inerte,
no se movía excepto para coger aire con gran dificultad y soltarlo pocos
segundos después. Estaba lleno de moratones, tenía cortes en los brazos y en la
cara y una venda manchada de sangre le cubría parte de la cabeza. Cuando estuvo
lo bastante cerca como para reconocer la cara de aquel chico, cayó de rodillas
a un lado de la cama, se le escapó un pequeño grito ahogado y comenzó a llorar.
-Por favor, no te vayas.- Repetía entre lágrimas una y otra vez.
-Helena...- En un suspiro casi imperceptible y con apenas un
hilo de voz llamó a la chica, la cual no parecía reaccionar ante las llamadas
del joven moribundo.
-Helena... Acércate a mí, por favor, necesito verte una última
vez...
La chica se puso en pie, se secó las lágrimas con la manga de su
camisa y se acercó a Iván lo suficiente como para sentir su débil respiración
en la cara.
-No te vayas... Tú no, por favor.- Suplicó ella una vez más.
-No hables, déjame decirte algo.- Le susurró Iván mientras le
ponía el dedo índice sobre los labios. -Hemos luchado hasta el final, hemos
dado todo por lo que queríamos. Lo único de lo que me arrepiento es de no
haberte dicho lo que siento por ti mucho antes.
Helena rompió a llorar de nuevo.
-Solo te pido que no te olvides de mí, pero no dejes que eso te
impida seguir adelante.-Respiro hondo y con apenas un soplo de aire pronunció
sus últimas palabras. -Te quiero.
Iván cerró sus ojos y se dejó morir en los brazos de Helena, que
lloraba desconsolada.
Acarició su cara una última vez y se dispuso a salir de la
habitación. Sabía que aquel no era el fin y que daría su vida si era necesario
para vengar la muerte de aquel chico y la de todos los que habían caído junto a
él.