Quería dar las gracias a todos los que se pasaron por la primera entrada y me dieron su opinión y esas cosas, se agradece mucho. Bueno, no me enrollo más, esta entrada será distinta a la anterior pero espero que os guste. Besitos de fresa <3
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Ana entró por la puerta y dejó las llaves sobre la cómoda de la entrada. -¿Hay alguien en casa?-Gritó sin obtener respuesta. Cerró la puerta de golpe y encendió las luces del pasillo donde encontró una nota pegada en el espejo: "Tenemos ensayo, llegaré tarde. Jake". Suspiró y cerró los ojos, apenas llevaba un par de meses en esa casa y ya la sentía como suya.
Podía recordar el día en que ella y Jake se habían conocido como si fuera ayer mismo. Aún recordaba aquella tarde del 18 de agosto cuando aterrizó el avión, era el inicio de su nueva vida, cumpliría sus sueños en una ciudad y un país nuevo, podría empezar de cero en un lugar en el que nadie la conociera.
Después de vagar media hora larga por la terminal, se plantó enfrente de ella un chico alto, con una melena negro azabache que le llegaba por encima de los hombros, unos enormes ojos verdes y una sonrisa que a ella se le antojó de anuncio.
-¿Necesitas ayuda?- Le preguntó sonriente el chico.
-Estoy un poco perdida...-Tartamudeó.-¿Cómo se sale de aquí?
El chico soltó una carcajada al tiempo que Ana se ruborizaba y sentía como sus mejillas se encendía.
-Yo también voy para afuera, si quieres te acompaño.-Le dijo.
-Vale. Gracias.-Contestó ella.
-Por cierto, soy Jake.
-Yo Ana.
Caminaron un rato en silencio hasta llegar a la salida donde Jake, aún sonriente, rompió el silencio.-¿Hacia dónde vas?.
-La verdad es que no lo sé muy bien...-Jake puso cara de no haber entendido nada.-La que se supone sería mi casera me llamó hace un rato para decirme que ha habido un problema en el piso y no puedo ir allí hasta que esté solucionado. Supongo que iré a buscar una pensión o un sitio donde quedarme hasta que el problema esté arreglado.
Se quedó mirándola fijamente, esta vez más serio de lo que había estado desde que le había conocido.
-Puedes venir a mi casa, no tienes pinta de llevar mucho dinero encima y no me gustaría que te pasara nada en algún antro de mala muerte en el que puedas acabar, me sentiría responsable.-Ana no tuvo tiempo de objetar nada cuando el chico siguió hablando.-Está decidido, te vienes conmigo.
Le quitó la maleta de las manos y la metió en el taxi que había frente a ellos mientras ella intentaba recuperarla y se oponía una y otra vez a su oferta.
-De verdad que te lo agradezco, pero no es necesario, me las arreglaré bien sola.-No entendía la amabilidad e inesperada hospitalidad que aquel chico le brindaba. Quizá porque en su país no acostumbraba a que la gente fuera así o quizá porque desde el primer momento algo le decía que había algo en él que le hacía especial.
Casi sin darse cuenta se encontraba frente a una enorme casa de dos pisos, con un jardín precioso, grandes ventanales y una verja en la entrada seguida de un estrecho camino de losas de piedra que llevaban hasta la puerta principal de la casa.
Jake era todo lo contrario a lo que era ella. Un chico de una familia adinerada, de 25 años, activo, sociable, siempre dispuesto a regalar una sonrisa a todo el mundo y a ayudar a quien hiciera falta, mientras que ella apenas tenía 19 años, era más reservada e introvertida, le costaba hacer amigos y pasaba los días escuchando música y escribiendo todos y cada uno de sus pensamientos en su pequeña libreta.
Ana despertó de su ensoñación. Por unas cosas o por otras, Jake y ella se habían hecho inseparables, ya no solo por el hecho de vivir en la misma casa, sino porque se había creado un vínculo especial entre ellos, o al menos eso quería pensar ella.
Subió al piso de arriba, entró en su habitación y lanzó la mochila a un rincón. Se tiró en la cama y al rato sonó en su móvil un mensaje: "Felicidades cariño, espero que te lo pases muy bien en tu día. Aquí todos te echamos mucho de menos y esperamos verte pronto. Besos, mamá." Ni siquiera había caído en la cuenta de que era su cumpleaños.-En fin, a nadie le importa si cumplo años o no, ni siquiera a mi misma.-Pensó en voz alta. Pero sintió una pequeña punzada al darse cuenta de que Jake tampoco se había acordado. Llevaba todo el mes picándola con que sería un año más vieja y cuando por fin llegó el día ni se había acordado.
Se levantó de la cama y arrastrando los pies entró en el cuarto de baño, se disponía a llenar la bañera cuando volvió a sonar su móvil. Esta vez era Jake: "He dejado el DVD del concierto del otro día encima de la mesa por si quieres verlo mientras llego, tardaré más o menos una hora." Él tocaba la guitarra y cantaba en un grupo de música, tocaban rock alternativo y alguna que otra variante, eran bastante conocidos en la zona y de vez en cuando daban conciertos en salas de la ciudad.
Ana bajó al salón y encima de la mesa encontró un pequeño DVD, lo puso en el reproductor y se sentó en el sofá a verlo. Cuando terminó, lo guardó de nuevo en la caja y descubrió que en la parte de atrás había una nota que decía: "Baja a la sala de música". No sabía para qué era y algo confundida bajó a la planta del sótano, entró en la sala en la que guardaba todas las guitarras y de vez en cuando ensayaba con la banda y sobre un pequeño taburete descubrió un enorme ramo de rosas rojas con una tarjeta. "Feliz cumpleaños enana. Gracias por aparecer en mi vida. Jake".
No se lo podía creer, ¡se había acordado! Una enorme sonrisa se dibujó en sus labios, estaba eufórica, sentía que nada podía hacer que volviera a estar triste nunca jamás. Se dio la vuelta para salir de la sala y dirigirse a su habitación cuando en la puerta apareció Jake. Iba vestido con traje y corbata, Ana nunca le había visto con algo que no fueran sus vaqueros pitillo y sus camisetas de grupos de rock y se sorprendió al verle así vestido.
Antes de poder preguntar, Jake hizo un gesto para que le siguiera sin decir nada. Llegaron a la cocina donde encontraron una mesa perfectamente decorada, toda la mantelería iba a juego en rojo y negro, los colores preferidos de Ana, dos copas de burbujeante champagne, la cubertería de plata perfectamente colocada y dos altas velas con olor a vainilla que culminaban aquella pequeña obra de arte.
-Por favor, las damas primero.-Dijo Jake ofreciéndole a tomar asiento.
-¿Cómo has hecho todo esto? ¿Y por qué? ¿Por qué no me habías dicho nada? No me lo esperaba. Yo pensaba que te habías olvidado de mi cumpleaños y me encuentro con todo esto. Eres idiota. No puedes jugar así conmigo.-Ana hablaba a una velocidad desmesurada mientras él la escuchaba sin borrar su sonrisa de la cara. Estaba muy contento de haber conseguido impresionarla, es lo que llevaba esperando desde el momento en que la conoció. Sería capaz de hacer cualquier cosa por ella si así se lo pidiera, solo necesitaba que le diera alguna muestra de que ella sentía lo mismo y se tiraría a la piscina sin pensárselo, pero ella no daba ninguna señal y eso le confundía.
La cena transcurrió entre risas, piques y alguna que otra mirada vergonzosa cuando el otro no miraba. Entre unas cosas y otras el reloj del salón tocó medianoche y después de un rato decidieron ver una película antes de irse a dormir. Para Jake, una película sin chimenea y palomitas, no se disfrutaba igual, así que fue a encender la chimenea mientras Ana metía las palomitas en el microondas.
Se dirigía al salón para avisar de que ya estaban cuando se encontraron de golpe enfrente de la escalera y se quedaron unos instantes mirándose el uno al otro fijamente a los ojos. Ana sentía como su respiración se agitaba y sus pulsaciones aumentaban por momentos, Jake tenía la mirada clavada en sus ojos, esa mirada penetrante, que de alguna manera conseguía entrar hasta lo más profundo de tu ser, esa mirada que a Ana le hacía temblar. Poco a poco fue acercándose más a ella y se humedeció los labios un par de veces, el nerviosismo de la chica iba en aumento, sus manos temblorosas no encontraban un lugar en el que mantenerse fijas y su cuerpo empezó a sufrir pequeñísimos espasmos cada vez que un escalofrío le recorría toda la espalda.
Jake le acarició la mano, subió por el brazo con la punta de sus dedos, se mantuvo unos segundos en su cuello para disfrutar la forma en que se estremecía y finalmente acarició su mejilla. La sujetó por la barbilla y la besó lentamente, sus labios apenas se rozaron pero fue suficiente para que ambos buscaran un segundo beso, al cual le siguieron más, cada uno más intenso que el anterior. Una larga sucesión de besos que ambos llevaban mucho tiempo esperando y que superaba cualquier expectativa que hubieran tenido sobre ese momento. Las manos de Jake llegaron hasta la cintura de Ana mientras los dedos de ella jugaban con su pelo. Poco a poco la pasión se fue desatando, era un momento único, mágico, indescriptible. Nadie en el mundo sería capaz de describir lo que aquellos chicos sentían en ese preciso instante, en aquel lugar, en ese acto de entrega total de unos sentimientos hasta entonces guardados y que ahora pertenecían a la persona que se encontraba pegada a sus labios.
Sería difícil decir con exactitud cuando tiempo permanecieron ahí, pero a ninguno le importaba.
Casi sin darse cuenta, Ana se encontraba contra la puerta del salón mientras las manos decididas de Jake procedían a bajar lentamente la cremallera del vestido, lo dejó caer mientras sus manos lo acompañaban acariciando la delicada piel de la chica hasta llegar a sus piernas y la levantó en el aire. Ella entrelazó las piernas al rededor de su cintura, se mordió el labio inferior y le besó el cuello al tiempo que sus dedos iban desabrochando uno a uno los botones de su camisa blanca dejándola abierta, la imagen de verlo así le parecía tan sexy que no pudo evitar una sonrisita picarona, a lo que él respondió mordiéndole el labio.
Abandonaron la puerta para dirigirse al sofá del salón, la tumbó lentamente mientras la besaba y se quedó un rato observándola. -Es perfecta. Perfecta para mi.- Pensó para sí mientras la miraba. Apenas llevaba puesta su lencería negra de encaje y él lo adoraba, era su perdición y el hecho de que lo llevara ella hacía que perdiera completamente la cabeza. Terminó de quitarse la camisa y ella le desabrochó el botón de los pantalones al tiempo que una risita nerviosa asomaba entre sus labios.
Acarició una vez más su cuerpo, esta vez recorriéndolo entero desde los pies, subiendo por el interior de sus piernas mientras sentía como se le erizaba la piel al contacto con sus dedos. Dibujó el contorno de sus caderas y se detuvo al llegar al pecho, pasó la mano por detrás de su espalda haciendo que la encorvara ligeramente para poder desabrocharle el sujetador, lo tiró al suelo sin fijarse donde caía y bajó besándola el vientre.
Entre besos, caricias, jadeos, risas y mordiscos ambos se fundieron en uno. Esa noche era solo suya, no existía nadie más en el mundo, eran solo ellos dos y un fuego como testigo del amor que aquellos dos jóvenes se procesaban.
Aquella noche suponía el inicio de algo que cambiaría sus vidas, el principio de una historia sin fin.
*^* loooooo ame definitivamente es aasfghahHsjsjakakjJHzvzhajak palomitas. Peli y chimenea *^*
ResponderEliminarPd.- pusiste dedos dedos xP
Me alegro de que te guste :3
EliminarBueno, mañana lo cambio, es que a estas horas de la noche ya no sé ni lo que escribo xD